Rosmarie abrió los ojos y se tocó la frente.
Había recibido un buen golpe. No se acordaba de nada de lo que había pasado. Se
pensaba que todo había sido un mal sueño hasta que se fijó bien en el sitio en
el que se encontraba. Era una habitación de las que sólo se encontraban en las
películas de fantasía. ¿Eso de verdad existía? Sus ojos no daban crédito a la
cantidad de cosas que veía. Parecía la casa de un mago. Se rió ante aquel
pensamiento tonto. Pero si los magos no
existen. Movió la cabeza de un lado para otro hasta que dio con un cuerpo.
Estaba de brazos cruzados y la miraba. Tenía el pelo negro en cresta, los ojos
eran marrones claros y su color de piel era normal, ni moreno ni blanco. Era
atractivo. Era su prototipo de chico. Era alto y corpulento. El traje de
guerrero negro con un cinturón repleto de armas le favorecía hasta tal punto
que le marcaba todos y cada uno de sus músculos.
-
¿Dónde estoy? – es lo único que pudo decir porque aquel chico le
imponía mucho. Ella sabía que detrás de ese traje y de esa fuerza había alguien
dulce y frágil pero ella jamás lo sabrá. O eso creía ella.
-
Gango, me llamo Gango – él estaba pensativo, no quería hablarle de ese
lugar, de la casa de Gornid, del hombre que tanto los había ayudado a él y a su
hermana. Gango, no es momento para pensar
en tu pasado. Se quitó todo pensamiento de la cabeza y puso sus cinco
sentidos en ella – Según me han dicho, te llamas Rosmarie, ¿me equivoco? – ella
asintió con la cabeza y Gango se sintió satisfecho.
-
¿Ese es tu nombre? – ella vio como en su cara se dibujaba una sonrisa
– Si es un nombre, no es un nombre muy común. – ella intentó levantarse de
aquella cama pero en el instante que puso los pies sobre el suelo se volvió a
derrumbar. Él pasó un brazo por su espalda y la ayudó a tumbarse.
-
Deberías descansar y retomar fuerzas – se hizo sitio al lado de sus
piernas y se sentó. Estaba distante. La tocaba pero con cuidado, con miedo a
romperla pero no era eso. Él tenía una historia, algo que lo marcó. – No, ese
no es mi nombre – se rió – Es mi apellido.
-
¿Y por qué no me dices tu nombre? ¿Tienes miedo que en cuanto salga de
aquí te busque en las páginas amarillas y te vigile? – después de mucho tiempo
se rió, se rió con ganas y sin fingir. Aquella chica le caía simpática. - ¡Ya
lo tengo! – ella gritó – Eres un secuestrador y tienes miedo de que yo sepa tu
nombre y después pueda vengarme – él volvió a reírse, los mofletes se le habían
puesto colorados y la barriga le dolía hasta tal punto que parecía que iba a
explotar – Es eso, lo sé.
-
¿Desde cuándo un secuestrador ayudaría a su víctima a tumbarse porque
se ha mareado? – preguntó él sin saber muy bien que contestarle.
-
En fin, tienes razón – Rosmarie se dio por vencida – Tú ganas – se
tiró con la cabeza sobre la almohada. Oyó una puerta que se abría y después
volvía a cerrarse. Unos pasos acercándose. Levantó la mirada y vio a una chica
vestida igual que Gango. Era morena de ojos marrones. Tenía una cola alta. Se
fijó mejor y tenía el pelo largo y perfectamente liso. Era preciosa.
-
Ella es mi hermana Lala – ella estaba igual de tensa que su hermano –
Lala, te presento a Rosmarie – bufó y salió de la caseta de la misma forma que
había entrado – No le hagas mucho caso. – Rosmarie abrió la boca para hablar
pero esta vez se le adelantó – Lala es un apodo y viene de Laura – los dos
sonrieron satisfechos – En unos minutos volverán Gornid y Javaad, intenta
descansar mientras – puso una mano sobre su rodilla, sonrió y la retiró
rápidamente.
Álvaro salió de la casa sin hacer mucho ruido
y se sentó en un tronco de árbol que había en frente de la casa. ¿Por qué aquella chica me inspira tanta
confianza? ¿Por qué casi le digo mi nombre sin importarme todo el pasado? ¿Por
qué puedo reírme con tanta facilidad? Esas eran unas de las muchas
preguntas sin respuestas que se hacía. Álvaro Gango. Nombre tan poco común en
esta zona. Su historia empezaba muchos años atrás cuando aún era un niño, un
niño de tan sólo 7 años. Ahora tenía 23 años. Cuando Gornid los encontró
perdidos por el bosque, su hermana tan sólo tenía 2 años, eran un bebé y ahora
era una señorita de 17 años. No sabían nada de sus padres, al menos Laura no
sabía nada y era mejor así. Los pocos años que él había vivido con sus padres
habían sido los peores años de su vida. Y eso era mucho decir. Gornid los crió
como si fueran sus hijos, les dio un hogar y les enseñó tantas cosas, como por
ejemplo, a utilizar todas las armas existentes, a crear pociones curativas y
otras malignas, les enseñó a querer y a proteger, y los convirtió en los
guerreros que son hoy en día.
Zayn paseaba con su gran maestro por el
bosque. Gornid siempre había sido como su segundo padre. Ahora recordaban
viejos tiempos y hablaban de las últimas cosas que habían pasado. Eran tantas
cosas que no entendía. Desde aquella noche en su casa hasta este momento
pasando por todos los momentos incómodos. Daba gracias por haber ayudado a
Rosmarie. Volvieron a la casa donde se encontró con la mirada de Gango. Tantos
años conociéndose y aún no se sabe su nombre, no porque a Zayn no le interesara
sino porque Gango no quería decirlo, era como su amuleto o algo así decía él.
En cuanto vio a Rosmarie se tiró encima de ella y la abrazó.
-
Zayn – susurró ella casi sin voz – Me estás dejando sin aire.
-
Perdona – la saltó, la miró a los ojos y mientras le acariciaba el pelo
le dio un beso en la frente – Podemos volver a casa – le dijo con una sonrisa
en la boca.
-
No me pienso mover de aquí hasta que no me cuentes todo lo que está
pasando – se abrazó a sus piernas y hundió la cabeza en ellas.
-
Volvamos al internado y te lo contaré todo ahí – Zayn le tendió la
mano pero ella la rechazó. – No seas cabezota, Rosmarie – era la primera vez
que él la llamaba Rosmarie pero aun así no iba a ceder.
-
Deberías hacerle caso – intervino Gango que estaba apoyado en el marco
de la puerta cruzado de brazos – Confía en él, o si no confía en mí. Haré que
cumpla su palabra.
-
Está bien – se levantó sin aceptar la ayuda de nadie – Te espero fuera
– le dijo a Zayn. Se acercó a Gango , puso una mano sobre su hombro y le
susurró al oído - ¿Me enseñarías a luchar? – él se sobresaltó.
-
No me esperaba que me pidieras algo así pero cuando quieras – dijo
éste sonriendo de oreja a oreja.
-
Pásate mañana a las siete a recogerme – Rosmarie le sonrió y salió
fuera para esperar a su amigo.
Mientras
tanto en el internado Josh estaba que se subía por las paredes. No había tenido
noticias de ellos dos desde hace muchas horas. No paraba de mirar el reloj. No
sabía ni cuantas horas habían pasado. Todo era frustrante para él. Se sentó en
la mesa del comedor que daba hacia la ventana y a través de ella vio una toga
roja con capucha como la que llevaba la cazadora. Parpadeó. La había perdido de
vista. Maldecía para sus adentros. Eran las cuatro de la madrugada y aún no
tenía noticias. La puerta del internado chirrió. Salió disparado pensando que
era Rosmarie pero se había equivocado. Era la compañera de habitación de Rossy.
La chica esa rubia. No se sabía su nombre. Su forma de andar le resultaba muy
familiar.
*Siete
horas antes*
Harry
estaba feliz. Había quedado con la chica de sus sueños porque así era Henar. Se
encontró con ella en el salón del internado. Estaba sentada en uno de los
grandes sofás. Iba vestida con un vestido azul con plumas blancas y con unas
vans blancas. No la conocía mucho pero sabía que ella era fan de las zapatillas
y que jamás podría llevar tacones ni otro tipo de zapatos. Se había planchado
el pelo. Le gustaban más los rizos pero aun así estaba preciosa. En el salón no
había nadie más. Estaban los dos solos. Ella no se había dado cuenta de su
presencia porque estaba sumida en uno de sus libros favoritos. Era la quinta
vez que se leía Los juegos del hambre. Ella notó una mano que le acariciaba la
mejilla. Sabía que era él. No pudo evitarlo y una sonrisa gigante se dibujó en
su cara. Harry se sentó a su lado, le cogió la mano y le dio un beso como el
caballero que era.
-
Perdón si llego tarde – se disculpó Harry.
-
Llegas justo a tiempo – ella cerró su libro y se levantó a dejarlo en
el sitio del que lo había cogido hace unos minutos.
Pasaron
una noche muy divertida. Hablaron de sus cosas, de sus planes y de su pasado.
Aunque no tenían muchas cosas que contar, entre los dos se complementaban muy bien.
Harry la acompañó hasta su habitación. Su compañera de habitación no estaba.
Según Henar le había dicho que no volvía hasta dentro de unos días que
empezaban las clases. Harry le acarició la mejilla con el dorso de la mano, con
la otra mano la agarró fuertemente por la espalda y le dio un beso en el
cuello. Ella inmediatamente reaccionó. Lo rodeó con los brazos y le dio un
beso. Al final se convirtió en un beso apasionado, en un beso que los pegó y
los unió. Harry acariciaba cada parte de su cuerpo. Ella hacía lo mismo. Se
deseaban tanto el uno al otro que no podían esperar. Harry se alejó un poco de
ella y le sonrió hasta que se le marcaron los hoyuelos. Le dio un beso en la
frente.
-
Harry Styles, sabes hacerte querer – ella se quitó los zapatos.
-
Henar Bosque, sabes enamorarme – le cogió la cara dulcemente, le dio
otro beso y le deseó las buenas noches – Mañana nos espera otro día – Henar lo
cogió del brazo e hizo que se fundieran en otro beso. Se le removían las tripas
por dentro. Y no sólo a ella, porque Harry se moría por tenerla entre sus
brazos y hacerla suya – Tiempo al tiempo – le susurró al oído – No hay prisas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario