Había pasado cuatro semanas, Rosmarie
entrenaba todos los días sin que nadie se enterara. Sólo lo sabían ella y
Gango. Ella no había vuelto a hablar ni con Josh ni con Zayn. Los veía en clase
pero no sabía que decirle a ninguno de los dos, y por lo visto hasta ella se
había hartado de esa situación. Josh estaba muy raro con ella y ella tenía que
acabar con todo eso.
Ese día, se encontró con Josh en la
biblioteca. Rosmarie lo cogió por el cuello de la camisa y lo arrastró detrás
de ella hasta el desván donde unas semanas atrás Josh se le había declarado.
Cerró la puerta después de que él pasara y se interpuso entre él y la puerta.
-
¿Se puede saber qué te pasa? – le preguntó ella furiosa. Estaba
furiosa con él por huir de ella y estaba furiosa con ella misma por no haber
hecho esto antes. Josh se acercó poco a poco hacia ella, puso una mano sobre su
espalda y la atrajo hacia él. La besó como si no hubiera mañana. Era un beso
que hacía aparecer mariposas dentro de su estómago. Enredó una mano en su
pelirrojo pelo para que ella no se escape. Rosmarie se acordó porque había
subido ahí arriba, intentó apartarse de él a pesar de mucho que le encantaba
estar entre sus brazos pero él no cedía. Le mordió el labio y la soltó – No me
cambies de tema.
-
No te he cambiado de tema – dijo éste riéndose y metiéndose las manos
en los bolsillos. Rosmarie se sentó en una mesa y se cruzó de piernas. – Sólo
te he besado.
-
Eso es jugar sucio – protestó ella – Ahora contéstame.
-
Necesitaba tiempo – la miró directamente a los ojos, a sus verdosos
ojos y añadió – Pero fui un poco estúpido al actuar así.
-
¿Un poco? – preguntó ella sarcástica.
-
Puede que un poco demasiado – sonrió él picaresco. Le echó el pestillo
a la puerta y volvió a acercarse a ella - ¿Tengo que pedir perdón? – Josh la
miraba a los ojos y mientras ella negaba con la cabeza, Josh le acariciaba la
pierna con el dorso de la mano. - ¿Hay algo más que quieres que te explique? –
no le dio tiempo a responder porque Josh se le había tirado encima y la volvía
a besar. Era otro beso. Un beso que le hacía aguas por dentro. Dejó de besarla
para mirarla. Ella asintió y le quitó la camiseta. Para ella era perfecto. Con
su mano examinó sus abdominales, su pecho y sus brazos. Después se mordió el
labio y Josh le quitó el jersey y entre beso y beso le desabrochaba la camisa.
Rosmarie tenía el uniforme completo pero Josh tenía el uniforme deportivo, cosa
que era más fácil de quitar. Rosmarie jugueteaba con los cordones del pantalón,
le dio un beso en el pecho y se los quitó. Josh le besó el cuello. Le
acariciaba la espalda mientras saboreaba su cuerpo con la boca. Le quitó la
ropa interior dejándole la falda. Ella
le rodeó con las piernas y él la penetró. Sus cuerpos sudorosos entraban en
calor. Ella gemía. Él gemía. Le acarició el pelo. Le dio un beso corto y le
susurró al oído : - Te quiero – ella se sobresaltó. No se esperaba esa
afirmación tan pronto. No quería estropear ese momento por lo que lo cogió por
el cuello y le volvió a besar, un beso largo. Los dos llegaron al orgasmo y se
separaron. Sus cuerpos encajaban como las dos últimas piezas de un puzle.
-
Me parece que hoy te saltarás la clase de gimnasia – dijo Rosmarie que
se ponía la ropa, le temblaba todo y no podía ponerse la camisa.
-
Deja que te ayudo – Josh le abrochó la camisa – Me parece que tienes
razón – le besó fugazmente.
-
Todo va bien, ¿verdad? – en sus ojos veía que no todo iba tal y sabía
que algo iba mal.
-
Todo va genial – Josh intentó sonreír y no pensar en aquellas cartas
que recibía todas las noches. ¿Era eso verdad? No podía ser verdad, Rossy no
era capaz de algo así. Bajaron juntos al comedor donde se despidieron.
Rosmarie llegó a su habitación. Encima de su
cama había una nota. Ponía su nombre. Le dio la vuelta y había un mensaje
escrito con letra de niño a ordenador. Él
llegará a mis manos. ¿Él? ¿Quién era él? ¿Josh? ¿Zayn? ¿Gango? No. En ese
momento Luane entró en la habitación.
-
¿Sabes quién ha dejado esto aquí?
-
Acabo de llegar – le contestó Luane.
-
Sólo tú y yo tenemos la llave de la habitación – contestó Rosmarie
cabreada.
-
¿Me estás diciendo que la dejé yo? – Luane estaba tensa pero hablaba
en un tono sereno.
-
Si te das por aludida quizá es porque tienes algo que ver – salió de
la habitación dando un portazo.
Luane
se rió dentro de la habitación. Que ingenuos eran todos. Pues claro que esa
nota era suya. Y las cartas que recibía Josh también. Y también era la culpable
de que la protección que Zayn recibía haya desaparecido.
Rosmarie
se adentró en el bosque, andaba sin mirar por donde iba y tropezaba con las raíces
de los árboles. Maldecía por dentro. No entendía todo eso que pasaba. Se
preguntaba como acabaría toda la historia de Zayn, que harían Josh y Harry, y
lo último pero no menos importante, que haría ella cuando sea el momento de
actuar. Un ruido la alertó y su mente se preparó para lo peor. No se acordaba
de las explicaciones que Álvaro le había dado. No se acordaba de nada. Un tigre
azul, era un tigre mitológico, era esa clase de tigre blanco con rayas negras,
o negro con rayas blancas, no sabía diferenciarlo en ese momento apareció
delante de ella. Con dientes afilados y ojos verdes como un bosque de pinos. Se
fijó mejor en el tigre que tenía delante de ella. Sus ojos no eran verdes, sus
ojos eran marrones como la miel, marrones como el cobre. Algo dentro de ella le
decía que no debía tenerle miedo. No le inspiraba miedo. Se acercó a él con
pasos cortos. El tigre rugió, ella se sobresaltó y dio dos pasos hacia atrás. El tigre se dejó caer sobre sus patas
traseras, dejó la cabeza descansando sobre el suelo duro lleno de ramas secas y
hojas caídas. Con la pata derecha se tapó los ojos. Rosmarie resopló y se
acercó a él sin dudarlo. Le tocó la cabeza con la yema de los dedos y el tigre
volvió a rugir pero esta vez no era un rugido terrorífico, era un rugido de
placer. Ella tomó más confianza y empezó a rascarle la cabeza. Parecía un gato
feliz y ella una niña pequeña. El tigre se dio la vuelta quedando boca arriba y
removió las patas señalando la barriga.
-
Te ha gustado, pillín – ella balanceó la cabeza de un lado para otro y
le rascó la barriga. – Te llamaré Miel – el tigre la miró y ella interpretó esa
mirada como una pregunta – Como tus ojos – le pareció que Miel estaba
sonriendo, pero quizá eran sólo imaginaciones suyas. Cerró los ojos, resopló
tranquila. Cuando abrió los ojos vio como una flecha atravesaba la pata derecha
de Azul. Detrás de ella vio a Gango con el arco y preparando otra flecha -
¿Pero qué haces? ¡Para! – cogió lo primero que encontró, una rama pequeña, y se
la tiró.
-
Puedes llamarme Carlos – el tigre se convirtió en un cuerpo blanco y
rubio. Estaba completamente desnudo. Vio como sus ojos se cerraban pero aun así
sonreía. Rosmarie respiró aliviada al escuchar su respiración y su pulso.
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