lunes, 19 de agosto de 2013

{Mirrors - Capítulo 7}

Había pasado cuatro semanas, Rosmarie entrenaba todos los días sin que nadie se enterara. Sólo lo sabían ella y Gango. Ella no había vuelto a hablar ni con Josh ni con Zayn. Los veía en clase pero no sabía que decirle a ninguno de los dos, y por lo visto hasta ella se había hartado de esa situación. Josh estaba muy raro con ella y ella tenía que acabar con todo eso.
Ese día, se encontró con Josh en la biblioteca. Rosmarie lo cogió por el cuello de la camisa y lo arrastró detrás de ella hasta el desván donde unas semanas atrás Josh se le había declarado. Cerró la puerta después de que él pasara y se interpuso entre él y la puerta.
-         ¿Se puede saber qué te pasa? – le preguntó ella furiosa. Estaba furiosa con él por huir de ella y estaba furiosa con ella misma por no haber hecho esto antes. Josh se acercó poco a poco hacia ella, puso una mano sobre su espalda y la atrajo hacia él. La besó como si no hubiera mañana. Era un beso que hacía aparecer mariposas dentro de su estómago. Enredó una mano en su pelirrojo pelo para que ella no se escape. Rosmarie se acordó porque había subido ahí arriba, intentó apartarse de él a pesar de mucho que le encantaba estar entre sus brazos pero él no cedía. Le mordió el labio y la soltó – No me cambies de tema.
-         No te he cambiado de tema – dijo éste riéndose y metiéndose las manos en los bolsillos. Rosmarie se sentó en una mesa y se cruzó de piernas. – Sólo te he besado.
-         Eso es jugar sucio – protestó ella – Ahora contéstame.
-         Necesitaba tiempo – la miró directamente a los ojos, a sus verdosos ojos y añadió – Pero fui un poco estúpido al actuar así.
-         ¿Un poco? – preguntó ella sarcástica.
-         Puede que un poco demasiado – sonrió él picaresco. Le echó el pestillo a la puerta y volvió a acercarse a ella - ¿Tengo que pedir perdón? – Josh la miraba a los ojos y mientras ella negaba con la cabeza, Josh le acariciaba la pierna con el dorso de la mano. - ¿Hay algo más que quieres que te explique? – no le dio tiempo a responder porque Josh se le había tirado encima y la volvía a besar. Era otro beso. Un beso que le hacía aguas por dentro. Dejó de besarla para mirarla. Ella asintió y le quitó la camiseta. Para ella era perfecto. Con su mano examinó sus abdominales, su pecho y sus brazos. Después se mordió el labio y Josh le quitó el jersey y entre beso y beso le desabrochaba la camisa. Rosmarie tenía el uniforme completo pero Josh tenía el uniforme deportivo, cosa que era más fácil de quitar. Rosmarie jugueteaba con los cordones del pantalón, le dio un beso en el pecho y se los quitó. Josh le besó el cuello. Le acariciaba la espalda mientras saboreaba su cuerpo con la boca. Le quitó la ropa interior dejándole la falda.  Ella le rodeó con las piernas y él la penetró. Sus cuerpos sudorosos entraban en calor. Ella gemía. Él gemía. Le acarició el pelo. Le dio un beso corto y le susurró al oído : - Te quiero – ella se sobresaltó. No se esperaba esa afirmación tan pronto. No quería estropear ese momento por lo que lo cogió por el cuello y le volvió a besar, un beso largo. Los dos llegaron al orgasmo y se separaron. Sus cuerpos encajaban como las dos últimas piezas de un puzle.
-         Me parece que hoy te saltarás la clase de gimnasia – dijo Rosmarie que se ponía la ropa, le temblaba todo y no podía ponerse la camisa.
-         Deja que te ayudo – Josh le abrochó la camisa – Me parece que tienes razón – le besó fugazmente.
-         Todo va bien, ¿verdad? – en sus ojos veía que no todo iba tal y sabía que algo iba mal.
-         Todo va genial – Josh intentó sonreír y no pensar en aquellas cartas que recibía todas las noches. ¿Era eso verdad? No podía ser verdad, Rossy no era capaz de algo así. Bajaron juntos al comedor donde se despidieron.
Rosmarie llegó a su habitación. Encima de su cama había una nota. Ponía su nombre. Le dio la vuelta y había un mensaje escrito con letra de niño a ordenador. Él llegará a mis manos. ¿Él? ¿Quién era él? ¿Josh? ¿Zayn? ¿Gango? No. En ese momento Luane entró en la habitación.
-         ¿Sabes quién ha dejado esto aquí?
-         Acabo de llegar – le contestó Luane.
-         Sólo tú y yo tenemos la llave de la habitación – contestó Rosmarie cabreada.
-         ¿Me estás diciendo que la dejé yo? – Luane estaba tensa pero hablaba en un tono sereno.
-         Si te das por aludida quizá es porque tienes algo que ver – salió de la habitación dando un portazo.

Luane se rió dentro de la habitación. Que ingenuos eran todos. Pues claro que esa nota era suya. Y las cartas que recibía Josh también. Y también era la culpable de que la protección que Zayn recibía haya desaparecido.

Rosmarie se adentró en el bosque, andaba sin mirar por donde iba y tropezaba con las raíces de los árboles. Maldecía por dentro. No entendía todo eso que pasaba. Se preguntaba como acabaría toda la historia de Zayn, que harían Josh y Harry, y lo último pero no menos importante, que haría ella cuando sea el momento de actuar. Un ruido la alertó y su mente se preparó para lo peor. No se acordaba de las explicaciones que Álvaro le había dado. No se acordaba de nada. Un tigre azul, era un tigre mitológico, era esa clase de tigre blanco con rayas negras, o negro con rayas blancas, no sabía diferenciarlo en ese momento apareció delante de ella. Con dientes afilados y ojos verdes como un bosque de pinos. Se fijó mejor en el tigre que tenía delante de ella. Sus ojos no eran verdes, sus ojos eran marrones como la miel, marrones como el cobre. Algo dentro de ella le decía que no debía tenerle miedo. No le inspiraba miedo. Se acercó a él con pasos cortos. El tigre rugió, ella se sobresaltó y dio dos pasos hacia atrás.  El tigre se dejó caer sobre sus patas traseras, dejó la cabeza descansando sobre el suelo duro lleno de ramas secas y hojas caídas. Con la pata derecha se tapó los ojos. Rosmarie resopló y se acercó a él sin dudarlo. Le tocó la cabeza con la yema de los dedos y el tigre volvió a rugir pero esta vez no era un rugido terrorífico, era un rugido de placer. Ella tomó más confianza y empezó a rascarle la cabeza. Parecía un gato feliz y ella una niña pequeña. El tigre se dio la vuelta quedando boca arriba y removió las patas señalando la barriga.
-         Te ha gustado, pillín – ella balanceó la cabeza de un lado para otro y le rascó la barriga. – Te llamaré Miel – el tigre la miró y ella interpretó esa mirada como una pregunta – Como tus ojos – le pareció que Miel estaba sonriendo, pero quizá eran sólo imaginaciones suyas. Cerró los ojos, resopló tranquila. Cuando abrió los ojos vio como una flecha atravesaba la pata derecha de Azul. Detrás de ella vio a Gango con el arco y preparando otra flecha - ¿Pero qué haces? ¡Para! – cogió lo primero que encontró, una rama pequeña, y se la tiró.

-         Puedes llamarme Carlos – el tigre se convirtió en un cuerpo blanco y rubio. Estaba completamente desnudo. Vio como sus ojos se cerraban pero aun así sonreía. Rosmarie respiró aliviada al escuchar su respiración y su pulso. 

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