viernes, 23 de noviembre de 2012

A new life Cap.21


Narras tú.
Cogí mi bolso marrón, me lo eché al hombro, me puse las gafas sobre mi pelo como si fuera una diadema y salí del apartamento no sin antes cerrar la puerta con llave. Clara se había ido hace unas horas y yo estaba esperando mi taxi. Al cabo de diez minutos llegó el taxi, el taxista habló amable.
- Buenos días, señorita - me devolvió una sonrisa a través del espejo retrovisor. - ¿Hacia dónde?
- Buenos días - seguí sonriendo - Al aeropuerto.
- ¿Va a viajar? - asentí mientras el metía el coche en marcha y arrancaba - ¿Sin maletas?
- Bueno ... a donde voy tengo todo lo que necesito - suspiré acordándome de todas las cosas que habían pasado.
- ¿Está bien? - el taxista era un hombre entrado en edad, se notaba en las pocas canas que cubría su calva. Sus ojos  que eran azules lleno de algún brillo y esperanza estaban posados en mi mientras que sus manos fuertes  le daban vueltas y vueltas al volante.
- Sí - corté en seco la conversación. 
No me gustaba que la gente se preocupara por mis problemas y menos gente desconocida. Mis problemas eran míos y sólo míos. Pasada la media hora llegamos al aeropuerto, le pagué y antes de que pudiera salir me volvió a hablar.
- Buen viaje - sonrió y le dí las gracias con un gesto de cabeza.
Llegué antes de lo previsto por lo que me senté en una silla de espera. El aeropuerto estaba lleno de gente que salía, entraba o se paraba. Mientras esperaba decidí sacar mi libro y seguir leyendo. 
- ¿Está ocupado? - me preguntó una voz grave pero con un sentimiento que llamaba la atención.
- No - le contesté sin levantar la cabeza y sin inmutar mis ojos del libro. 
Sentí como tenía los ojos posados en mi y poco a poco levanté la cabeza para mirarlo. Vestía de manera informal con un tono urbano, su gorra de obey destacaba entre su atuendo. Analicé su rostro, no era ni moreno ni pálido. Su boca era grande en la que podía diferenciarse unos dientes blancos y rectos y unos labios carnosos. Sus ojos eran marrón chocolate y lo único que podía identificar en su pelo era el color castaño claro. Él estaba siguiendo el mismo proceso que yo y esperé a que terminara. Tenía una bonita sonrisa.
- Soy Javier - me tendió una mano. Dudé un momento en que debía hacer pero al final me decidí a seguirle la corriente.
-  _____ - me seguía sonriendo mientras me estrechaba la mano. Su mano cálida cubría de frío a mi mano congelada. Aunque estuviéramos a principios de verano siempre solía tener las manos frías. 
Volví a centrarme en mi libro pero Javier no me quitaba la mirada hasta que volvió a hablar.
- ¿Eres de por aquí?
- Los pasajeros del viaje 324 con destino a Mullingar que embarguen por la puerta 4 - oí decir por megafonía, guardé mi libro en el bolso y me levanté dirigiéndome a mi puerta.
- Mi vuelo - me fui alejando - Hasta otra - entré en el avión y me senté en mi asiento. Esta vez fui yo personalmente la que pidió un asiento al lado de la ventana. Tuvo que pasar una desgracia así para quitar mi miedo a los aviones. - Espero que estés viendo esto, mamá - sonreí para mi misma.

Por fin llegué a mi ciudad. Salí en busca de algún taxi mientras contemplaba mi maravillosa ciudad. No había cambiado en nada. Cogí un taxi y en silencio me llevó a mi casa. Los taxistas irlandeses no eran tan extrovertidos como los españoles. Les tenían miedo a las personas, esa fue mi primera idea al verles tan rígidos, no sólo a los taxistas sino a todo el mundo. 
Observé el pequeño jardín de mamá que seguía floreciendo cada día más. Las flores cada día eran más bonitas. El señor Horan había hecho un buen trabajo. Entré en la casa por detrás y oí unos pequeños ruidos provenientes de la cocina. Dejé mi bolso en silencio en el sofá, cogí el primer jarrón que pillé y con paso lento me acerqué a la cocina. Fuera quien fuera no pintaba nada aquí. Cuando entré a la cocina pude divisar una figura alta y robusta, con pelo rubio canoso. 
- ¡Señor Horan! - dejé el jarrón sobre la mesa y me abalancé sobre él dándole un gran abrazo.
- Pequeña - me dio un beso sobre el pelo. Nos sentamos en la mesa de la cocina. - No te esperaba por aquí.
- Tocaba ya venir - el padre de Niall había sido como un padre para mi y ahora que ya no me quedaba nada en este mundo él y Niall eran mi familia. - ¿Qué tal todo por aquí? - observé la cocina y todo seguía como siempre. Había algunos cambios en la distribución de algunos objetos como cuchillos y cazuelas. Supuse que todo eso sería obra de Niall.
- Sé en que estás pensando - dijo el señor Horan mirando en la misma dirección que yo - Estos días Niall me "robaba" - hizo los gestos de las comillas con los dedos - las llaves y venía aquí para comer. - suspiró - Este chico no tiene remedio - me salió una sonrisa de satisfacción al saber que Niall también echaba de menos todo esto - Sabía que ibas a venir pero no sabía cuando. Está haciendo la compra para que tengas provisiones para un tiempo - me sonrió y posó una mano sobre mi hombro - Te echábamos de menos.
- No sabéis como he echado de menos todo esto - ahora fui yo la que suspiró - No veía el día en el que volvería.
Oí ruidos en la puerta de entrada y unas bolsas que sonaba con el roce de su ropa. Supuse que eran Niall. Efectivamente, era mi pequeño duendecito. Él dejó las bolsas en el suelo, en realidad se le cayeron. Yo me abalancé a por él, no me contenía las ganas de tocarlo, abrazarlo, de saber que era mío. Lo rodé con los abrazos por el cuello, y el hizo lo mismo alrededor de mi cintura. Nos apretamos con fuerza pero con cariño. Le dí un beso en la mejilla y me aparté para mirarle una vez más sus celestes ojos. 
- ¿Por qué lloras? - le limpié una lágrima con la yema de los dedos mientras él expulsaba otras.
- La echo de menos - dijo refiriéndose a mi madre - Ella era el tú que tenía aquí y ahora os habéis ido las dos. ¿Qué me queda? Nada. Sólo esta casa vacía con vuestro olor por todos lados - su discurso me llegó al alma y lloré como una niña desconsolada.
- No estás sólo - volví a hundirme en sus brazos - Tienes a los chicos, has estado todo el tiempo con ellos.
- Pero aún así, ellos no son tú y por mucho que lo intento no podré dejar de venir aquí. Es mi locus amoenus, no hay nada en el mundo que describa mi vida más que esta casa - me sentí culpable.
- Nunca fue mi intención abandonarte - el padre de Niall había desaparecido - No lo volveré a hacer, me trasladaré aquí, acabaré aquí la universidad, rechazaré la beca que me han concedido, no puedo dejarte así. - se me encogió el corazón.
- ¿Qué? - me cogió de los hombros y me dio un beso en la frente - No seas tonta, acepta todo lo que te den. ¿Es la beca Erasmus? - asentí y volvió a llorar.
- No, por favor. No vuelvas a llorar. - cada lágrima suya era como una puñalada en mi pequeño corazón.
- Lloro de felicidad, tonta. Te lo mereces todo. - volvió a coger las bolsas y las depositó sobre la encimera. Lo ayudé a sacar todas las cosas y a ponerlas en su sitio - No sabes como me alegro de que por fin estés aquí.
- Vamos - le di un leve empujón y nos sonreímos mutuamente. 

3 comentarios:

  1. Porfiis sube uno más.... es que me encanta enserio *.*

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  2. Respuestas
    1. Hoy mis voy a por el próximo. Es que no pude escribir por culpa de los estudios y así estaré una semana más. Pero cuando acabe con los exámenes os recompensaré, prometido.

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